El viejo y el mar, una pesadilla interminable



CATÁSTROFE  NATURAL  EN  LAS  ESTANTERÍAS
El viejo y el mar, una pesadilla interminable
Por ANDREA SALVADORIO

Hay dos tipos de escritores en el mundo: los que tienen vergüenza y los que no. Estos últimos se definen por lo que viene a ser su gran afición, un hobby que practican siempre que pueden, y que les causa un placer que es casi indescriptible para ellos: tomarle el pelo a la gente. Y cuando digo gente, me refiero a los lectores. Si algo que las personas de este segundo grupo creen a pies juntillas, es que la gente que lee sus escritos es rematadamente imbécil, y que no tiene ni la más mínima capacidad de juzgar sobre lo que escriben.
      Pues bien, es a este segundo grupo al que pertenece Ernest Hemingway. Yo no sé exactamente qué es lo que este hombre piensa de la vida, y, sinceramente –y con el poder que me otorga haberme tragado su libro-, tampoco quiero saberlo. Me gustaría más eliminar los últimos cinco días de mi vida y hacer tabula rasa, como si nunca hubieran existido.
      Dicen los psicólogos que el cerebro tiende a borrar los malos recuerdos. Pues bien, espero, por su bien, que el mío elimine cualquier post-it mental, por mínimo que sea, sobre El viejo y el mar. No obstante, para comprobarlo, dentro de dos semanas volveré a rebuscar en mi archivo neuronal a ver si queda algo, y, en caso afirmativo, yo mismo me encargaré de hacerme una tortilla de analgésicos y pondré fin a mi vida. Créanme, no merece la pena seguir viviendo después de esto.
      Hemingway ha escrito la mayor mierda de la Historia de la Literatura Universal, antes de que E.L. James escribiera esos folletines pornográficos repletos de sombras. Ustedes ya me entienden. Y todavía aquellos tenían algo que enganchaba, ya fueran los documentales de leones masoquistas que llenaban páginas y páginas, y duraban más que un año sin García Márquez, o lo mal caracterizados que estaban los personajes, pero por lo menos hacían reír –yo me reí más que cuando leí Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, de Woody Allen, y ya es decir-. Pues miren, ya que hablo de este libro, habría que pedirle al señor Woody Allen que deje de violar a su hija y de escribir peliculillas repletas de rubias y escriba un Cómo acabar de una vez por todas con Ernest Hemingway. El problema es que ya está muerto. Pero bueno, siempre nos queda la Opción B para casos en los que hay peligro de que una catástrofe literaria arruine nuestras vidas: usar la Máquina del Tiempo de H.G. Wells, mandar a la mierda a los Morlocks y hacerle firmar a Hemingway delante de un cuerno de toro y una copa de vino que no volverá a escribir una sola novela más. Créanme, si pudiera, lo haría.
      El viejo y el mar es, como pone en su título, una ¿novela? en la que adquiere mucha importancia el mar. Sí, porque cuando la terminas piensas algo así como “si es verdad que existe Justicia Universal –y Hesíodo así lo creía-, que venga un rayo y lance esta mierda al mar, y que ni Ariel sea capaz de encontrarla”.
      Y es que no sólo los personajes –tres apenas- están mal desarrollados, pésimamente mal caracterizados y horrible y vomitivamente mal llevados, sino que la trama, la pluma, la estructura temporal, todo es tan horriblemente horrible que incluso la prensa amarilla estadounidense es mucho mejor que esta “cosa”. El comienzo es pésimo y queda poco delineado, como en el aire, con los personajes y las situaciones como si fueran un cuadro impresionista llevado al extremo: van der Weyden lo tiraría por un barranco. Y el final, además, lleno de imprecisiones, mal narrado, injusto y poco coherente con el resto de la historia.
      Pero si creían que eran el principio y el final, el alfa y el omega –pobres de nosotros si los griegos hubieran tenido un abecedario como este libro-, lo peor de todo de la cosa esta, se equivocan. Porque lo peor es el nudo, la parte central de la obra. Ahí tenemos al viejo Santiago echado al mar –como ven, el señor Hemingway se rompió los sesos poniéndole un título a la obra, se ve que los toreros no esperaban por los escritores y el pobre hombre tenía que llegar pronto a la corrida-, enfrascado en una encarnizada e interminable –interminable como la novela, porque esta sí que lo parece, de lo aburrida que es; no como la de Michael Ende- lucha contra un pez al que se le ha metido entre ceja y ceja meterse en el estómago el pescado que le ofrecen desde arriba sin dar nada a cambio. Vamos, que este y Mefistóteles no se llevarían muy allá. Bueno, pues esta parte resulta tan, tan, tan aburrida, que hasta el mismo aburrimiento se sigue sorprendiendo del buen trabajo que hizo. Y eso que el pobre está agotado de lo que le hace trabajar Hemingway, que mientras Homero cantaba a las musas del Parnaso, y Baudelaire al vino, Hemingway le cantaba al Aburrimiento. Al parecer el señor Ernest se leyó Moby Dyck, le entró la envidia –por esto de vivir en España, que ya se sabe que la envidia es el pecado capital de los españoles- y decidió escribir una novela sobre la navegación y el arte de la pesca disfrazada de cuatro personajes casi deshechos y una trama y una acción tan absurdas que Kafka lo hubiera matado solo para hacerse con ellas. Todo un poema.
      En fin, ¿conclusiones, después de pasar mis días de sufrimiento leyendo esta novela? Realmente es una pena  que Hemingway no hubiera vivido los años de la Revolución Francesa, les habría hecho un favor a Robespierre y sus secuaces, escribiendo El viejo y el mar y distribuyéndolo por reyes y nobles: la de guillotina que se hubieran ahorrado. 



ANEXO. CRÍTICOS Y CRÍTICAS, LOS VERDUGOS DEL ESCRITOR
El 19 de Mayo de 2013, el profesor y especialista en Literatura Inglesa Peter Conrad publicó una demoledora crítica literaria en el periódico The Observer, sobre la nueva novela del autor best-seller Dan Brown, Inferno. Dan Brown es autor, entre otras obras, de El Código da Vinci y Ángeles y Demonios, y sus obras han recibido siempre un gran entusiasmo por parte del público, y una pésima acogida por parte de la crítica.
      En la mencionada crítica, Peter Conrad escribía cosas como “antes pensaba que Dan Brown era simplemente malo. Ahora, después de leer la última versión del thriller apocalíptico que reescribe cada poco, sospecho que además debe estar loco”. En su artículo, el miembro de la Royal Society of Literature destroza completamente las novelas del británico, centrándose especialmente en Inferno. Así, continúa diciendo, un poco más abajo: “Al igual que un demagogo, Brown complace a la mente de las masas con su ansia de mitos y monstruos, y se alimenta de su credulidad al afirmar que la pseudo-ciencia y la historia del arte confuso en sus novelas son "reales"”.
      Pero Conrad no ha sido el único en criticar el trabajo del autor multiventas. También Elizabeth Longo, conocida crítica de Literatura y de Música, escribió en la revista Tempi, a propósito de la misma novela: “Aburrido. Solo pude llegar hasta la mitad. (...) Me hizo bostezar la trama descuidada y poco convincente. Por 25 euros, mejor es comprar una montaña de crucigramas para pasar la semana". Y no sólo Inferno ha recibido tan malas críticas. También otras de sus novelas, en especial, El código da Vinci, que consiguió llegar a ser el libro más vendido de la Historia de Inglaterra, superando a la Biblia. Sobre este libro, Umberto Eco dijo en su día que sería una novela que los lectores de James Joyce jamás se atreverían a tocar.
      Sin embargo, las opiniones de los críticos no es algo que importe en exceso a Dan Brown. El autor, que ha vendido más de 200 millones de ejemplares en todo el mundo, dijo en una entrevista, respondiendo a las críticas: “Escribo por placer y los críticos tienen gustos distintos a los míos, así que nada puedo hacer”.
      Dejando aparte la calidad literaria de la obra de Brown, es conveniente afirmar que no sólo él ha recibido críticas demoledoras. También escritores hoy en día reconocidos y de renombre internacional han tenido sus malas críticas y su ración de odio por parte de los tribunales de la Literatura (aunque también hay quien los sitúa en el pueblo). Un ejemplo es Hamlet, la tragedia del más famoso dramaturgo de la Historia de la Literatura Inglesa, Shakespeare, a propósito de la cual Voltaire escribió: “vulgar, bárbara, la obra de un salvaje borracho”. Y continuando con Inglaterra, tampoco Emily Brönte, con Cubres Borrascosas, se salvó de la quema, sobre la cual se dijo, en un conocido periódico londinense: “una novela confusa, inconexa e improbable cuyos personajes son primitivos y más brutos que el hombre prehistórico”. De su compatriota el poeta Walt Whitman, a propósito de Hojas de hierba, escribieron en el London Critic que “el desconocimiento de Whitman para con el arte es como el del cerdo para con las matemáticas”. En cuanto a otro de los grandes héroes británicos, Charles Dickens, tampoco quedó bien parado a los ojos de la crítica, pese a que sus libros eran muy bien acogidos entre el público: “No creemos que su reputación vaya a durar… nuestros hijos se preguntarán en qué pensaban sus ancestros al colocar a Dickens a la cabeza de los novelistas de nuestro tiempo”, publicaba el periódico Saturday Review en 1858.
      Tolstoi también fue masacrado con su obra Ana Karenina: “es una basura sentimental. Muéstreme una sola página que contenga una idea”, se escribió en el periódico Odessa Courier en 1877.



BIBLIOGRAFÍA
  • http://es.wikipedia.org/wiki/Ernest_Hemingway
  • Crítica de Inferno, por Peter Conrad en The Observer: http://www.theguardian.com/books/2013/may/19/dan-brown-inferno-review
  • http://en.wikipedia.org/wiki/Peter_Conrad_(academic)
  • http://www.larepublica.pe/09-06-2013/maldicion-eterna-para-quien-lea-a-dan-brown
  • http://www.lagaceta.com.ar/nota/553037/comentarios-sobre-inferno.html
  • http://www.iberlibro.com/blog/index.php/2013/05/16/sobre-grandes-clasicos-y-sus-malas-criticas/
  • http://www.portalnet.cl/comunidad/foro-literatura.335/1115391-malas-criticas-buenos-libros.html