Para Luís, Pedro y Joaquín.
Ya está. Aquí
acaba todo. Y esta vez es de verdad. Sé que lo intentasteis. En realidad, no os
debéis sentir culpables si las múltiples estrategias que habéis usado para
hacerme desistir de mi propósito no han funcionado. En especial lamento el
dinero que habéis gastado en el billete de avión y el alojamiento. Aunque, para
que quede tan solo como apunte desafortunado, os comunico que he creído ver
cucarachas en el suelo del hotel, de lo cual estoy seguro que vosotros no
tenéis la culpa. Los desayunos esta semana han sido especialmente malos hasta
el punto de llevar a mis tripas a hacer huelga de hambre de nuevo. Supongo que
esto hizo a su vez que mis piernas quisieran echarse a andar. Y ya sabéis cómo
soy.
Mi débil alma,
de carácter a veces entusiasta, pero a menudo desesperada, me llevó sin duda
hasta el cementerio de la turística ciudad. Creo adivinar que, si me pagasteis
un viaje a Roma en plena temporada de verano, era para que me relajara del
mundano estrés en las más concurridas playas, y abandonar así mis tentativas.
Ya pensaba que iba a tener que subsistir penosamente entre centenares de
mundanas personas, cuando mis pies me guiaron hasta allí. Y, qué queréis que os
diga, pese a estar en la costa mediterránea en pleno agosto, se levantó un
sugerente viento, el cielo se tiñó de un gris mortecino y el aire llevaba un
encanto fantástico y misterioso en sus giros. El Cementerio de los Poetas
estaba vacío y su puerta se hallaba entreabierta, incitándome a entrar.
Buscando otro
mundo más amable, acorde con mis elevados sentimientos y menos mundano, empecé
a recorrer sus pasillos. Fue entonces cuando, tal vez por casualidad, incitado
por el poderoso destino, tropecé casi literalmente con una tumba blanca y de
textura suave como la piel de una mujer muerta. Haciendo un esfuerzo por
recuperar algo de la lucidez de la que me veía privado por el hambre y el
extraño influjo del ambiente, leí el epitafio: "Aquí yace alguien cuyo
nombre fue escrito en el agua".
Aquí yace
alguien cuyo nombre fue escrito en el agua. Aquí yace alguien cuyo nombre fue
escrito en el agua. La poesía que rezumaba aquella frase se coló por mis ojos y
me recorrió el espíritu. La tumba parecía antigua, pero estaba bien cuidada.
¿Sería de un simple joven, uno más de todos los muertos? ¿Tal vez alguien
célebre, pero humilde, que no deseaba trascender en la historia? Entonces él
tal vez fuera como yo, sencillo y complejo a la vez, sin interés por dejar huella
en el futuro, pero anhelando marcar el presente. Y sin embargo, qué fácil es
truncar una vida, siquiera con una enfermedad que ya no debería importar a
nadie.
Aquel
descubrimiento me hizo pensar el resto del paseo, y una visión apenada y
angustiada se apoderó de mí. La frase y el difunto del que hablaba me repicaban
en la cabeza, era imposible apartarlos de mí un segundo. Empecé a enloquecer y
a olvidar todo lo que el médico me había dicho, y ni siquiera los trucos de la
clínica para recuperar la calma me ayudaron. Vosotros no lo comprendéis, nunca
entenderéis lo mal que se ha portado el mundo conmigo, la felicidad y el tiempo
que me ha robado. Además de nacer tres siglos después de lo que debería, la
vida pretende matarme de tuberculosis. ¿No os parece una siniestra broma de esa
mala compañera? Ah, pero no, yo no le daré ese gusto. Mis esperanzas serán
pisoteadas, mis ilusiones rotas y mi amor robado; pero nadie dictará mi muerte.
Mi nombre será escrito en el agua también, pero seré yo quién lo escriba.
Con esta
intensa decisión tomada, al llegar al hotel saqué todas mis cajas de pastillas
para los nervios e hice un bonito collage con ellas. No sé cuánto tiempo
tardaré en morir, pero espero que la muerte sea dulce conmigo cuando me coja en
sus brazos y mire mi cara de ojos tristes. Hicisteis lo posible por reanimarme.
Sois unos buenos amigos. Solo os pido un favor más: enterradme al lado de
aquella tumba. Enterradme al lado de la tumba del poeta inglés John Keats.
Gabriel.
* * * * *
¡Hola, Luis!
¿Cómo estás, viejo amigo? ¿Por París? Ya me contarás a tu regreso cómo te
fueron las cosas, ¿eh? Pues yo por aquí, aprovechando ese premio que me tocó.
Tuve mucha suerte, porque mira que hay pocos premios que te den un solo billete
y no dos, para que te lleves a tu novia. Lo hacen siempre así, no sé por qué.
Menuda tontería. ¿Quién quiere compañía femenina en Rusia cuando soltero se
está mucho mejor? Tu serás como quieras, chico, que a ti no hay quién te
entienda, pero a mí es que las rubias me pierden.
Precisamente
me pasó una cosa muy graciosa hace unos días. Verás, serían las dos o tres de
la mañana y yo iba con una borrachera encima de cuidado. Había recorrido ya
media docena de bares, y ya sé que en casa se necesitan una docena entera para
vencerme, pero allí, con el vodka, todo pasa un poco más deprisa. Bueno, pues
después de una esmerada búsqueda y selección, escogí a una rusa de, como diría
el colega Gabi, un encanto exuberante. O más bien ella me escogió a mí, porque
solo tuvo que tirarme de la manga de la camisa para que nos dirigiéramos a su
casa, una supuesta choza perdida entre estas condenadas estepas. En fin, mi
único deseo era que hubiese al menos una chimenea caliente allá dónde fuéramos,
porque hacía un frío de narices.
Di tú que
estábamos en un pueblucho fuera de las grandes ciudades, porque un viaje que te
toca en una oferta de supermercado no puede ser muy bueno. Al bajar del coche
teníamos que recorren un camino oscuro, que pasaba entre un bosquecillo, y
poner mucho cuidado en no equivocarnos y entrar en la finca que no era. Menudas
casitas que tienen por allí. El caso es que ambos íbamos borrachos, pero la
chica echó a correr, supongo que para hacerlo más interesante, y yo, dando
bandazos como un tonto, la seguí. Ya, ya lo sé, si es que te estoy oyendo. Vaya
gilipollas, podía haberte pasado algo. Y me pasó.
Debí de meterme por el camino
equivocado y perder a la chica de vista porque las piedras que marcaban por
dónde tenía que ir desaparecieron y, de repente, me vi rodeado de zarzales,
hierbajos bastante altos y árboles tan frondosos que, aunque hubiera sido de
día, no se habría visto la luz del sol. Total, que yo lo único que hacía era
reírme, con esa risa afectada que se me pone a mí, y llamar a la chica en vano.
Creo que ya deliraba de la borrachera y comencé a entretenerme, ya que la rusa
había desaparecido, en dar patadas a los montones de hojas secas que había en
el suelo. Y así, sacudiendo toda la hierba mojada fue como mi pierna chocó de
repente con algo de tamaño elevado y consistencia fuerte. Maldije y me toqué el
pie dolorido. ¡Parecía que acababa de dar una patada a un balón de plomo! Toqué
con las manos el extraño y alargado montículo, que resultó estar recubierto
también de hierba.
Y lo siguiente que recuerdo es que me quedé
dormido encima de aquella acumulación de tierra. A la mañana siguiente la rusa
me encontró con una pulmonía de agárrate y no te menees, se rió de mí un rato y
me llevó por fin a su casa. En un inglés bastante chapucero (¿recuerdas que lo
cateé siempre?) conseguí comunicarme con
ella y me dijo algo así como que había dormido encima de la tumba de un tal
Tolstoi, un escritor muy importante de este sitio, que lo habían enterrado en
medio de la nada, sin dejar ni un cartel siquiera. Digo yo que muy pobre sería.
No sé, ¿a ti te suena? Sabes que eso de la literatura también se me daba mal.
De cualquier forma, vaya gente esta que entierra a sus paisanos en medio de un
monte para que llegue luego cualquier extranjerillo a estropeársela.
Vamos, que ya
tengo ganas de volver. Además, la rubia no era para tanto. A ver si nos vemos
todos a la vuelta de Gabriel de Roma. Saludos.
Pedro.
¿Cómo va todo,
Joaquín? Yo, como ya te había dicho, estoy en París. ¡París! Quién lo iba a
decir. Por unos días he decidido olvidarme de las preocupaciones, y de la
incertidumbre de si me darán el trabajo o no. Soy optimista y así lo espero. La
idea fue de Dani, que se empeñó en que el brillo mágico de París nos vendría
bien. Tiene razón, porque esto está lleno de cultura y arte en cada esquina, y
es una maravilla pasearse por las calles, descubriendo nuevos sitios y
admirando otros. Hacía muchos años que no me lo pasaba tan bien. Esta
tranquilidad, este pasar agradable de los días, cada día haciendo algo
distinto.
Mira, ayer
fuimos los dos al cementerio de Pere Lachaise, fundado por Napoleón cuando fue
coronado emperador. Es increíble la cantidad de celebridades de todos los
tiempos y nacionalidades que hay aquí enterrados. Escritores famosísimos como
Moliere, Marcel Proust, Balzac o Apollinaire; y otros artistas como Chopin,
Delacroix y Sara Bernhardt. Incluso Jim Morrison, la leyenda de rock, que dicen
que es la tumba más visitada de todas. Sin embargo, a mí la que más me llamó la
atención fue la de Oscar Wilde, porque estaba rodeada por unos operarios
vestidos con mono de trabajo que parecían trajinar con algo. Dani y yo nos
acercamos hasta allí y vimos una sencilla lápida grande y pesada, algo rara con
una figura como egipcia en la parte alta. En la parte baja y los costados se
podían ver infinidad de besos estampados en la piedra, en infinidad de tonos de
pintalabios distintos. También había algunos nombres y fechas. En su conjunto
parecía un lienzo pintado aleatoriamente por un pintor vanguardista, y hacía
muy buen efecto. Resulta que los operarios estaban ocupados en colocar un panel
de cristal delante de la escritura central y los laterales, cubriendo la capa
de besos. Al parecer la tumba corría el peligro de ser deteriorada por
inocentes besos, lo que al parecer es una costumbre muy extendida por los
simpatizantes de Wilde que iban a visitarle, según nos explicó una joven
parisina.
Cinco hombres
con mono de trabajo se esforzaban por transportar con mucho cuidado la lámina
de cristal, siguiendo el complicado y estrecho camino entre las tumbas, cuando
Dani tuvo la feliz idea de ser los últimos en estampar nuestros labios sobre la
tumba del genial escritor. Al principio me pareció una auténtica tontería, pero
ya sabes como de pesado se pone Dani cuando se empeña en algo, y acabó
pidiéndole el pintalabios a la misma chica francesa que nos había explicado lo
que sucedía. Se pintó los labios como mejor pudo y, lo que es peor, me obligó a
mí también a pintármelos, alegando que si a mí no me caía bien Oscar Wilde, a
él sí. Sabe perfectamente que me encanta su obra y su vida es ciertamente
interesante, aunque seguro que para él el mayor interés que tiene el personaje
es su ironía y su homosexualidad. Ambos
reíamos, junto con la parisina. Parecíamos unos payasos de visita en el
cementerio. Finalmente, ante algunas miradas curiosas, extrañadas e incluso
molestas, besamos la lápida. Menos de un minuto después los trabajadores
completaban su trabajo y la petición de Dani quedaba cumplida. Me quité el
pintalabios y Dani continuó haciendo bromas un rato más como si fuera un mono
de circo. Lo bueno de él es que nunca te aburres y sus tonterías siempre te
sacan una sonrisa. Imposible cansarse de estar a su lado. Cuando conseguí que
estuviera un poco más decente, nos marchamos, aún entre risas y abrazados, del
cementerio. Y es que incluso en un cementerio tan grande se nota la influencia
de París, y París es la ciudad del amor, ¿no? Realmente esta ciudad me sienta
bien.
¡Nos vemos dentro de poco!
Luís.
ANEXO. TRES TUMBAS, TRES VIDAS, TRES GENIOS
El poeta inglés John Keats vivió entre 1795 y 1821 y fue uno de los más importantes representantes del Romanticismo inglés, siendo amigo de los poetas satánicos Lord Byron y Percy Bysse Shelley, pero a diferencia de ellos siempre fue pobre y nunca obtuvo gran éxito en vida. Joven enfermizo, su madre y hermanos murieron de tuberculosis, enfermedad que también acabaría con él. Sus obras más famosas son sus Odas, como “Oda a una urna griega”, “Oda a un ruiseñor” u “Oda a la Melancolía”. Viviendo en Londres, en casa de un amigo, conoce a una joven de la que se enamora pero deberán dejar su relación cuando la tuberculosis que Keats padece se hace demasiado grave. Los médicos le recomiendan que se mude a un clima más soleado, por lo que marcha a Roma invitado por Shelley. Allí parece mejorar, pero sufre una recaída y muere de tuberculosis con 26 años. Se le entierra en el Cementerio de los Poetas de la ciudad y se inscribe en la lápida el epitafio que Keats había ordenado: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua.”
León Tolstoi (1828-1910) fue un novelista ruso, considerado uno de los grandes escritores de la Literatura Universal, a la que contribuyó con grandes obras como “Ana Karenina” y “Guerra y paz”, que pertenecen a la narrativa realista. Además, difundió en libros como “El reino de Dios está en vosotros” sus ideas pacifistas y a favor de la no violencia activa, que luego influyeron a los más relevantes pacifistas del s. XX, Mahatma Ghandi y Martin Luther King.
Mantuvo relaciones epistolares con grandes figuras del s. XIX, era vegetariano, fue un férreo defensor del esperanto y fue excomulgado en sus últimos años de vida por criticar las instituciones eclesiásticas. En esta época se convirtió en un hombre muy religioso y altruista, rechazando todos los lujos de la aristocracia (ya que era conde) y marchando a vivir a su tierra natal, Yásnaya Poliana. Vivía en una pequeña choza y trabajaba de vez en cuando de zapatero; por las noches iba a dormir a la casa de su familia, junto a su choza, sin obligarles a vivir también su vida dedicada a los demás. Funda en el pueblo una escuela para los hijos de los campesinos, les da clases en el jardín (también clases de gimnasia), y edita y escribe sus libros de texto, basando su educación en el respeto mutuo. Tolstoi murió con 82 años por una pulmonía en una estación ferroviaria; después de marcharse de su casa y separarse de su mujer, dado que había intentado donar todas sus propiedades a los pobres y su familia se lo había impedido. Hasta en el momento de su muerte lamentaba por qué se ocupaban de él y no de la demás gente del mundo que sufría.
Su tumba se encuentra en la finca de su casa en Yásnaya Poliana, y tan solo es un montículo de tierra y hierba verde, rodeado por un bosque de frondosos árboles. Esto no impidió que en el funeral, en principio privado, se añadieran miles de admiradores.
Oscar Wilde, dramaturgo, escritor de célebres cuentos, y poeta, vivió durante la segunda mitad del s. XIX, naciendo en Dublín y muriendo en París. Fue siempre un joven inteligente y con facilidad para el estudio, y se casó con la hija del consejero de la reina del Reino Unido, lo que les permitió vivir con cierto lujo.
Cuando ya era un escritor reconocido y había escrito obras como “El retrato de Dorian Gray”, “El príncipe feliz y otros cuentos” y “El crimen de Lord Arthur Saville y otras historias” un gran escándalo se cernió sobre su vida. Fue acusado de sodomía por el padre del joven con quien mantenía una relación homosexual, y aunque le denunció por infamia fue llevado a juicio, ya que la homosexualidad estaba prohibida en aquella época en Reino Unido. En el juicio sus propias palabras de sus libros fueron usadas en su contra para que confesara, a lo que él respondió defendiendo el amor entre hombres como cualquier otra forma de amor, igual de bella. Hasta entonces sus relaciones homosexuales con muchachos jóvenes habían permanecido en una doble vida, pero con aquel escándalo la sociedad lo condenó a la desgracia y el jurado a la cárcel. Su mujer se separó de él y cambió su apellido y el de sus hijos; además, Oscar Wilde tuvo que renunciar a su patria potestad.
Permaneció en la cárcel dos años haciendo trabajos forzados, mientras a raíz de aquello en toda Europa se recrudecían las represalias a homosexuales. Durante su estancia carcelaria también escribió poemas, y al salir estaba desengañado con la sociedad y arruinado. Retomo su relación con su joven amante y vivieron juntos un tiempo, pese a las amenazas de ambas familias, que finalmente consiguieron separarles. Oscar Wilde, ingenioso y mordaz escritor, murió bajo un nombre falso en París, solo. Fue enterrado en el cementerio parisino de Père Lachaise, y tiempo después, ya en el s. XX, se convirtió en una costumbre besar su lápida dejando la marca de los labios, como muestra de reconocimiento a su persona y su defensa de la homosexualidad.
BIBLIOGRAFÍA
- John Keats:
ANEXO. TRES TUMBAS, TRES VIDAS, TRES GENIOS
El poeta inglés John Keats vivió entre 1795 y 1821 y fue uno de los más importantes representantes del Romanticismo inglés, siendo amigo de los poetas satánicos Lord Byron y Percy Bysse Shelley, pero a diferencia de ellos siempre fue pobre y nunca obtuvo gran éxito en vida. Joven enfermizo, su madre y hermanos murieron de tuberculosis, enfermedad que también acabaría con él. Sus obras más famosas son sus Odas, como “Oda a una urna griega”, “Oda a un ruiseñor” u “Oda a la Melancolía”. Viviendo en Londres, en casa de un amigo, conoce a una joven de la que se enamora pero deberán dejar su relación cuando la tuberculosis que Keats padece se hace demasiado grave. Los médicos le recomiendan que se mude a un clima más soleado, por lo que marcha a Roma invitado por Shelley. Allí parece mejorar, pero sufre una recaída y muere de tuberculosis con 26 años. Se le entierra en el Cementerio de los Poetas de la ciudad y se inscribe en la lápida el epitafio que Keats había ordenado: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en agua.”
León Tolstoi (1828-1910) fue un novelista ruso, considerado uno de los grandes escritores de la Literatura Universal, a la que contribuyó con grandes obras como “Ana Karenina” y “Guerra y paz”, que pertenecen a la narrativa realista. Además, difundió en libros como “El reino de Dios está en vosotros” sus ideas pacifistas y a favor de la no violencia activa, que luego influyeron a los más relevantes pacifistas del s. XX, Mahatma Ghandi y Martin Luther King.
Mantuvo relaciones epistolares con grandes figuras del s. XIX, era vegetariano, fue un férreo defensor del esperanto y fue excomulgado en sus últimos años de vida por criticar las instituciones eclesiásticas. En esta época se convirtió en un hombre muy religioso y altruista, rechazando todos los lujos de la aristocracia (ya que era conde) y marchando a vivir a su tierra natal, Yásnaya Poliana. Vivía en una pequeña choza y trabajaba de vez en cuando de zapatero; por las noches iba a dormir a la casa de su familia, junto a su choza, sin obligarles a vivir también su vida dedicada a los demás. Funda en el pueblo una escuela para los hijos de los campesinos, les da clases en el jardín (también clases de gimnasia), y edita y escribe sus libros de texto, basando su educación en el respeto mutuo. Tolstoi murió con 82 años por una pulmonía en una estación ferroviaria; después de marcharse de su casa y separarse de su mujer, dado que había intentado donar todas sus propiedades a los pobres y su familia se lo había impedido. Hasta en el momento de su muerte lamentaba por qué se ocupaban de él y no de la demás gente del mundo que sufría.
Su tumba se encuentra en la finca de su casa en Yásnaya Poliana, y tan solo es un montículo de tierra y hierba verde, rodeado por un bosque de frondosos árboles. Esto no impidió que en el funeral, en principio privado, se añadieran miles de admiradores.
Oscar Wilde, dramaturgo, escritor de célebres cuentos, y poeta, vivió durante la segunda mitad del s. XIX, naciendo en Dublín y muriendo en París. Fue siempre un joven inteligente y con facilidad para el estudio, y se casó con la hija del consejero de la reina del Reino Unido, lo que les permitió vivir con cierto lujo.
Cuando ya era un escritor reconocido y había escrito obras como “El retrato de Dorian Gray”, “El príncipe feliz y otros cuentos” y “El crimen de Lord Arthur Saville y otras historias” un gran escándalo se cernió sobre su vida. Fue acusado de sodomía por el padre del joven con quien mantenía una relación homosexual, y aunque le denunció por infamia fue llevado a juicio, ya que la homosexualidad estaba prohibida en aquella época en Reino Unido. En el juicio sus propias palabras de sus libros fueron usadas en su contra para que confesara, a lo que él respondió defendiendo el amor entre hombres como cualquier otra forma de amor, igual de bella. Hasta entonces sus relaciones homosexuales con muchachos jóvenes habían permanecido en una doble vida, pero con aquel escándalo la sociedad lo condenó a la desgracia y el jurado a la cárcel. Su mujer se separó de él y cambió su apellido y el de sus hijos; además, Oscar Wilde tuvo que renunciar a su patria potestad.
Permaneció en la cárcel dos años haciendo trabajos forzados, mientras a raíz de aquello en toda Europa se recrudecían las represalias a homosexuales. Durante su estancia carcelaria también escribió poemas, y al salir estaba desengañado con la sociedad y arruinado. Retomo su relación con su joven amante y vivieron juntos un tiempo, pese a las amenazas de ambas familias, que finalmente consiguieron separarles. Oscar Wilde, ingenioso y mordaz escritor, murió bajo un nombre falso en París, solo. Fue enterrado en el cementerio parisino de Père Lachaise, y tiempo después, ya en el s. XX, se convirtió en una costumbre besar su lápida dejando la marca de los labios, como muestra de reconocimiento a su persona y su defensa de la homosexualidad.
BIBLIOGRAFÍA
- John Keats:
- http://es.wikipedia.org/wiki/Keats
- http://www.john-keats.com/
- http://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/keats.htm
- http://www.papelenblanco.com/escritores/ultimas-palabras-epitafios-curiosos-de-escritores-ii
- Lev Tolstoi:
- http://es.wikipedia.org/wiki/Le%C3%B3n_Tolst%C3%B3i
- http://www.biografiasyvidas.com/biografia/t/tolstoi.htm
- http://calledelorco.com/2014/02/04/tumba-tolstoi-stefan-zweig/
- Oscar Wilde:
- http://vidasfamosas.com/2009/01/17/el-escandaloso-y-triste-final-de-oscar-wilde/
- http://www.dosmanzanas.com/2010/01/oscar-wilde-y-lord-alfred-douglas-pasion-de-abismo.html
- http://es.wikipedia.org/wiki/Oscar_Wilde
- http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/30/cultura/1322669727.html